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Lo que no dije y no diré

Está lo que callaste amor por compasión y desgano de amar, está lo que ocultaste, querido, entre las sombrías y enmohecidas sábanas  de tu habitación. Lo que abandonaste para mi, lo que me robaste entre la penumbra de la noche.Está tu silencio maldito que no deja de existir, que ni el llanto de ella permite mancillar. Está mi infernal y siniestro remordimiento que ya no se cómo ocultar.

Y la caminata es larga por aquella cuesta sin sentido, y las ansias locas de volver continúan ahí, se mantienen desgarrando las camisas, quebrando nuevamente las copas, Estás tú, hermoso, tendido en la nada del mundo mirando las gotas caer por mi rostro. Estoy yo, aturdida en la soledad de un cuarto vacío, oscuro, en espera de algo que no se por qué ha desaparecido.No esta esa foto, con su inigualable maldita voluntad, no está aquella carta de aprobación que me da la libertad de actuar.

Y entre las rocas la ira me tiñe el rostro del purpura de antigüedad. Estoy sentada sola frente a esa pantalla natural de indomable hermosura. Los ojos se me parten, los oídos amargos por oír tantas mentiras me sangran.

Escucho a lo lejos los gritos insaciables de aquellos miles de espectadores que vienen aquí por mí, por ti, por el espectáculo sangriento. Malditos animales sedientos de carne cruda, de mi carne, de tu carne inmunda.

Y aún así no intento dejarte, seductor amor de infiernos hermosos. Tú maldito me alejas rápidamente con tus ojos perfectos, con tus mil palabras de hielo que sé que no volveré a tener, con tus silencios macabros;Me desnudas sencillamente con tu voz de acero,Y el mil veces maldito perfume de cuerpo me embriaga de vuelta a ti, a mi inmovilidad, a mi muerte, y servil me manifestó a tus manos otra vez.

Corro desesperadamente en busca de aquellas piedras con las que me intentaré liberar. Mentira, caigo de nuevo en una espera absurda queriendo no se qué encontrar.

Te amo innegablemente para ti y para mi; y entre las cortinas de agua dulce intento esconder mi corazón.Tú ignorante de la vida y la muerte despedazas a hachazos las ideas del toreador, caigo de la red, desciendo en la nada. Y te atreves aún así a contar tus bellos y sádicos dramas, te mofas de mí a mis espaldas conociendo mi dolor, tomas la maldita estaca y detenido una vez más en el tiempo muerto, en el tiempo de tus cuentos me invitas a bailar;
Bailamos a tu ritmo una maldita vez más, y con los ojos cerrados empiezo, cánticos angustiado, a inventar.

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