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Todo o nada

Tenía la cabeza llena de ideas desordenadas, en sus entrañas burbujeaban emociones sin contabilizar. Había un zumbido en sus oídos, el miedo bailaba frente a sus ojos.
-Todo o nada- pensaba, y le temblaban las manos -todo o nada- se decía para consolarse.

Una mente alborotada al borde de la locura, siempre en el límite de perder el control; y las voces que la presionaban para hacerla explotar.

-Esto ocurre por el deseo de mantenerte viva que tienes guardado en el corazón- hablaba para sí misma.
-O quizá no- susurraba la voz en su cabeza.
-Todo o nada- le replicaba a su mente.
-Todo o nada- le desafiaba la voz.

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Hoy

Hoy estoy segura del rumbo que quiero tomar, soy la ama y señora de mi destino. Hoy soy luz, soy camino, soy fuerza.
Hoy me amo a mi misma, hoy soy esperanza y seguridad. Hoy soy todo, el principio de mi historia, el impulso motor de mi vida.
Sé a donde voy, se cómo voy a llegar.

Hoy soy vida. 

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Todo o nada

Tenía la cabeza llena de ideas desordenadas, en sus entrañas burbujeaban emociones sin contabilizar. Había un zumbido en sus oídos, el miedo bailaba frente a sus ojos.
-Todo o nada- pensaba, y le temblaban las manos -todo o nada- se decía para consolarse.

Una mente alborotada al borde de la locura, siempre en el límite de perder el control; y las voces que la presionaban para hacerla explotar.

-Esto ocurre por el deseo de mantenerte viva que tienes guardado en el corazón- hablaba para sí misma.
-O quizá no- susurraba la voz en su cabeza.
-Todo o nada- le replicaba a su mente.
-Todo o nada- le desafiaba la voz.

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Payasos y padrinos

No recuerdo con claridad a mis padrinos de bautizo; para mi siempre serán ese hombre y esa mujer de la sierra ecuatoriana que ví unas 3 veces en mi vida. No estoy segura cuáles eran sus nombres, ni su edad; pero siempre pensé que eran un poco mayores que mis padres.

Mi madrina era una mujer grande, robusta con rasgos duros y cabello tan oscuro como mis zapatos de la escuela. Él era muy parecido a ella, con la pequeña diferencia que su piel era rojiza el rostro le brillaba por el sudor.

Juntos eran de esas parejas que se acoplaban muy bien con mi papá, y que mi mamá detestaba: bebían licor hasta perder la conciencia.

Siempre los sentí como a esas personas que ves en la calle, con la misma incomodidad con la que ves a un desconocido.

Una Navidad llegaron a la casa con sus grandes sonrisas tenebrosas en el rostro, juguetes en brazos y ese empalagoso olor a licor fuerte que los caracterizaba. A mi hermano Andrés le regalaron algo que con los años, los cambios de casa y la adolescencia desapareció sin ser notado, al igual que su recuerdo. A mí, por otro lado, me dieron un payaso -¿en serio me están regalando esto?- es el comentario que mi versión adulta hubiera espetado en aquel momento. Me regalaron un muñeco de unos 30 cms de altura vestido con un hermoso traje hecho con varias telas color verde: el blusón con vuelos en los puños y cuello se veía como una prenda fresca y ligera que no haría sudar al peculiar personaje. Había sido fabricada con tejido verde tornasol con brillos y detalles dorados. Me recordaba a los trajes típicos del carnaval de Venecia: vistoso, alegre y llamativo.

No recuerdo si fue en ese momento, o antes, cuando empezó mi fobia por los payasos, los hombres con rostros grotescamente maquillados y sonrisas falsas. Pero si recuerdo que jugué con el muñeco de cuerpo blando como almohada en pocas ocasiones. Pasó mucho tiempo alzado en una repisa con otros juguetes que había relegado a la banca de mi vida.

No recuerdo cuántos años estuvo en mi casa aquel aterrador payaso, o cuál fue el motivo por el cuál nunca nos deshicimos de él; pero aún tengo plasmada en la cabeza sus ojos fríos e inhumanos, y cómo me miraban en las noches oscuras.

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Hoy

En este momento no sé por dónde empezar a reconstruir lo destruído.

Hay una mezcla de ira y tristeza en mi interior. Un fuego ardiente que ansía quemar todo, que espera destruir todo.
Y luego vuelve la confusión, la tristeza, la culpa.

A pesar de eso estoy orgullosa de haber jugado con todo lo que tenía, me siento libre por haber arriesgado toda mi esencia.

Ya no tengo nada que temer, ya me expuse totalmente.
Hoy escojo ser feliz, hoy escojo levantarme de nuevo y pelear.

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Excelencia en lugar de prefeccionismo

Estuve revisando este blog y me di cuenta que tengo una veintena de posts como borradores dinero publicar.

 

Eso es lo que hago en ml vida, preparo cosas pero no las acabo. En un principio no entendía por qué hacía esto en toda mi vida. Hoy he empezado a distinguir el origen:
Soy controladora, perfeccionista. Tengo la idea de que si las cosas no están como-quiero, no se ven perfectas no vale la pena arriesgarse e intentarlo. Sigo esperando que ocurra algo para tener lanzarme a hacer lo que quiero.

Tengo 4 cuadros inconclusos, otro montón de ilustraciones que “aún-no-están-listas”, a los que muchas que me rodean han dicho: ¿no entiendo qué le falta?

Los huecos, los espacios vacíos, las imperfecciones en las cosas que hago están en mi cabeza. Paso de trabajar en busca de la excelencia a buscar la perfección: dibujos con la anatomía perfecta, escritos que cuenten la historia perfecta, pinturas a las que siempre le casi faltar algo para ser perfecto.
Mi búsqueda de la perfección me ha encerrado en una caja, estoy estática, no avanzo ni retrocedo. Estoy en coma.

Este post es un primer paso: lo público sin darle muchas vueltas, le doy una ojeada al texto y dejo de ver la forma de perfeccionar la idea. Y también es una promesa de que a partir de ahora voy a dejar de darle vueltas a las cosas y finalizarlas.

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Su foto de perfil

El amor idílico que había cultivado en torno a un hombre que apenas le escribía monosílabos sin pasión colapsó un instante después de que él cambiara su foto de perfil por tercera vez en la semana. La plataforma de mensajería gracias a la que ella había dado rienda suelta a sus fantasías se convirtió en el medio que destruyó el sueño sin sentido. Todo acabó en un instante, de la misma forma repentina en la que nació.

En este momento aquella relación virtual tenía menos peso en su vida del que había tenido jamás; al final de cuentas lo digital no era real.
Era libre del idealismo, libre de la cursilería, libre de la obsesión y de la búsqueda enfermiza de mensajes ocultos inexistentes. Era libre de buscar un amor real con un hombre sin panza en alguna otra plataforma digital.
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Su foto de perfil

El amor idílico que había cultivado en torno a un hombre que apenas le escribía monosílabos sin pasión colapsó un instante después de que él cambiara su foto de perfil por tercera vez en lo que corría de la semana.

La plataforma de mensajería gracias a la que ella había dado rienda suelta a sus fantasías románticas se convirtió en el medio que destruyó el sueño sin sentido. Todo acabó en un instante. En un par de taps en la pantalla. La novela romántica colapsó tan repentinamente como había nacido.

En este momento aquella relación virtual tenía menos peso en su vida del que había tenido jamás; al final de cuentas el flirteo digital no era real. Las horas enviando mensajes afectuosos habían sido mal gastadas.

Ahora era libre del idealismo, libre de la cursilería, libre de la obsesión y de la búsqueda enfermiza de subtextos ocultos inexistentes. Era libre de buscar un amor verdadero con un hombre sin panza en algún sitio fuera de la nebulosidad de Internet.

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