Todo lo que quiero es no cocinar nada. Versión aniversario. 😅🥰
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Pequeñas partes ilustradas de mi diario hecho a mano.
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Desde que comenzó la cuarentena nos pasamos el día enumerando cosas: la cantidad de contagios, las personas que hemos perdido, los curados, los detenidos por infligir el toque de queda.
Hay otros número que parecen menos relevantes para llevar un registro minucioso: Cuántas veces hablamos con la familia, las comidas que realizamos al día, los meses que tenemos en una relación, cuantos cumpleaños hemos vivido en cuarentena.
Hace 41 días Fran y yo estamos en casa aislados de otros seremos humanos. Hace 6 meses contrajimos matrimonio.
Podríamos decir que en tiempos caóticos, más para unos que para otros, no hay mucho por lo que celebrar.
Sin embargo esta época complicada, extraña e indescifrable me parece la mejor razón para celebrar, buscar rayos de luz en la oscuridad, recordar que aún tenemos cosas que agradecer como los cumpleaños, o los aniversarios.
Celebrar la vida es un truco de supervivencia para de afrontar los momentos difíciles. Un recordatorio de que aún nos quedan cosas buenas.
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Con empeño y rato de encontrar espacios por donde pueda entrar la luz, lugares por donde pueda ingresar la esperanza en una casa que se ve profundamente oscura. Y seguramente muchas hay muchas personas también están tras lo mismo.
En estos 34 días me he dedicado a buscar rayos de esperanza en cada situación vivida, darle más peso y relevancia a las experiencias positivas. No trato de negar que a veces me siento triste, preocupada o enojada. Pero intento recordarme que a pesar de la oscuridad que actualmente vivimos, aún tenemos momentos llenos de luz. Razones para continuar.
Las épocas cambian, las personas cambian y las maneras para expresar nuestro cariño a otros cambian por las circunstancias. ¿Hay formas de hacer que nuestros seres queridos sepan que los queremos aunque no estemos con ellos, aunque no podamos tocarlos? Claro que la hay, y como me diria mi papá —es momento de ponerse creativo—
He encontrado esperanza en las nuevas formas que han aparecido para decirle a otros que los queremos durante el aislamiento social.
¿Tienes otra forma de decir te quiero durante el aislamiento social? ¡Cuéntamela!
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La salsa pomodoro es una receta italiana fácil de preparar, deliciosa y versátil. Puede usarse como base para pizza, pastas, lasagna, comida mexicana o como dip para pan y snacks.
Esta guarnición es un must de nuestra casa durante la cuarentena, la usamos para acompañar algunos platos. Un par de días atrás compartí en mis historias de instagram que preparé más salsa y este post es en respuesta a las personas que me pidieron la receta.
Ya la había mencionado en el post La terapia de picar vegetales.
Mi secreto: añadir un poquito de canela a la cocción para que le de un sabor diferente.
Los días pasan ligeros cuando cocino. El proceso de preparar las recetas, lavar los platos y dejar la cocina limpia me toma al menos unas 4 horas del día. Cuando termin siento la satisfacción de lograr algo.
Espero que disfruten esta receta, si la preparan envíenme sus fotos para ver el resultado.
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Segunda entrega de Free Stuff para compartir contenido relevante durante la cuarentena por Covid-19. Con el fin de mantenerlos lo menos aburridos posible y que tengan algo nuevo para hacer esta semana he preparado armado un pequeño libro para colorear con Mandalas.
Si te gustó comprarte este link con tus amigos.
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Han pasado 30 días desde que empezó la cuarentena. Ahora sentimos menos miedo y menos inseguridad por nuestra salud. Sabemos que las probabilidades de que enfermemos han disminuido con el aislamiento social. Sin embargo en muchos ecuatorianos afloran otros temores.
Llevamos 30 días viviendo en silencio. Ahora la calle junto a nuestra casa (una arteria principal en este sector) recibe menos de la 4ta parte de automóviles que transitaban en ella antes de que empezara la cuarentena.
Este silencio y esta paz están manchados por el miedo, el desconcierto, la preocupación.
30 días la mayoría de los negocios y empleos detenidos es aterrador. Sabemos que nuestra economía peligra. Y las noticias no son nada favorecedoras. El gobierno crea posibilidades que no podemos evitar sentir como un ataque contra el pueblo. —No les importamos— es lo primero que pienso. Y siento rabia, de esa rabia que se hincha de impotencia.
Veo las noticias y me pregunto si nos pasará a nosotros, si estaremos en ese lugar. —¿Qué nos depara el futuro?— Me cuestiono tratando de no demostrar el terror que siento, reclamando una respuesta. Me tiemblan las manos. Las noticias me enferman.
Miro el titular de la noticia con insistencia, deseo que cambie, que sea mentira, que alguien haga algo y esto no ocurra. Camino en círculos por el comedor. Quiero compartir la noticia con todos mis conocidos pero quizá eso no sirva para nada, quizá solo cree más miedo.
Tomo un vaso de vino esperando tranquilizarme, ya solo quedan dos vasos en la botella y quién sabe cuándo volveremos a comprar vino. Cada días las noticias preocupantes se superan. Es como si tuvieran una competencia para ver qué noticia puede ser peor o más desgarradora. Me palpita la cabeza.
Links de referencia:
• El Gobierno se abre a la posibilidad de suspender a trabajadores, pero sin sueldo > https://bit.ly/3afSLfo
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Crecí en una casa sin retratos en las paredes, ni fotos, ni álbumes. Las únicas imágenes que adornaban esta morada eran las manualidades que hacía de niña, las pinturas de mi abuelo y las decoraciones para niños del consultorio pediátrico de mi mamá.
Como a las 12 años (quizá antes, posiblemente después) descubrí en el interior del chaise longue médico de mi mamá álbumes fotográficos sepultadas bajo los huesos con los que ella estudiaba en la universidad (es doctora, calma, no asesina), fotos escondidas en fundas, retratos rotos y remendados.
La historia de mi familia primaria (mi historia) había sido enclaustrada, secuestrada como la pequeña Rapunzel en un lugar lejano donde no había ni seña de su existencia. Había sido excluida a lo más profundo de estos compartimientos que albergaban los objetos viejos de la casa, las cosas que ya no servían. En mi hogar se trataba a los recuerdos como un monstruo que debía ser alejado de todos para evitar algún daño.
Años después, muchos, tomé las fotos para un deber sobre mi vida y las guardé en una caja de zapatos que había forrado meticulosamente con papel de regalo color naranja y flores. Guardé las imágenes con cuidado y coloqué la cajita en una repisa alta en mi cuarto, sobre mi cama. Nunca más volverían a estar aisladas entre los objetos rechazados.
De vez en cuando abría la caja y veía a la que había sido mi familia: Mis padres juntos, abrazados, sonriendo; las fotos de su matrimonio. Veía la representación de una vida que ya no existía y de la que yo no tenía memoria, era muy pequeña cuando se separaron.
Después de esas fotos con mi papá no volví a ver a mi mamá tan cerca de otro hombre jamás. Ella se rompió y no supo cómo armarse de nuevo.
No sé cuándo me enteré, pero en algún momento pasó: Mi mamá había guardado todos los recuerdos porque le causaban dolor. Para ella eran los indicios de una familia rota, un matrimonio fracasado, un corazón destrozado. Y las imágenes parecían funcionar como una reprimenda de lo que tuvo y perdió. Las odiaba, lo sé, podía notarlo en su rostro, y en el tono de voz que ponía cuando hablaba de ellas.
En el presente ya no vivo en esa casa donde estaban prohibidas las memorias. En mi nuevo hogar tenemos retratos, fotos de nosotros y de todas las personas que queremos. Aún tengo la caja, se ha transformado en la parte más importante de mi hogar, es mi corazón. La tengo en la entrada, en un lugar donde todo el que llega puede verla y abrirla si así gusta, donde los recuerdos son libres de volver a ser vividos y hablados.
En su interior habitan historias secretas de las personas que no reconozco, pero que sé que son mi familia. Después de que mis padres se separaran no volví a ver a muchas de las caras que salen en las fotos, y nadie me contó sus historias. Sé que pertenecemos al mismo árbol genealógico porque en sus rostros encuentro familiaridad, me veo a mi misma; pero no sé sus nombres, sus dolores, sus vidas. No sé más.
He ido descubriendo la historia de mi familia a empujones, con preguntas cortas a mis padres con la esperanza de entender algo y de entender mis orígenes.
La cuarentena me ha servido como una suerte de re conexión con mis raíces. Gracias al aislamiento mis padres se han puesto más conversadores, me cuentan más cosas sobre la familia, sobre la vida, sobre sus pensamientos que durante mucho tiempo fueran terreno sin explorar. Intuyo que el distanciamiento social ha despertado en nosotros la necesidad de conexión, de contar y de mantener vivos los recuerdos aunque duelan.
Descubrimientos en la cuarentena:
• ¿Por qué es necesaria la memoria histórica? > https://bit.ly/2xltEL3
• La importancia de la Memoria Histórica > https://bit.ly/2Vwb9LB
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