Yo confieso que en silencio le rezo a aquel que me acompaña sin ser visto.
Cierro los ojos e imagino las palabras dibujarse en mis labios como la primera vez que me enseñaron ese dulce arte. Y creo no sentir miedo.
Envuelta en sueños me adormezco en su manto protector. Camino por la calle desesperante en luces, absurda, loca en ruidos; mirando al cielo, suplicando.