Estoy encerrada en el baño para que nadie me vea, para no tener testigos de mi momento de drama. Lloro, gimo, suelto un puñetazo contra una pared y sigo llorando, con más ira con más tristeza. Me pienso impotente, mi pienso víctima.
–Detente.– Ese la primera idea lúcida que tengo después de un par de minutos de descontrol.
–Piensa, razona.– Me dice una vocesilla desde mi interior, segura, fuerte, amorosa.
–Tú decides.– Me digo a mi misma, tengo el control de nuevo. Y todo se ve más claro. Respiro profundamente y sonrió.
Ahora parecen más cortos los ataques de histeria.