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Ansiedad II

Mis pensamientos son un remolino sin sentido, sin dirección.
Estoy perdida en un cúmulo de ansiedad, miedo y frustración.

He perdido el sentido.
Deliro.
Me parece que las paredes de esta habitación colapsan sobre mi.
El mundo entero colapsa sobre mi.

Soledad.
Rutina.
Locura.

La confusión se apodera de mi mente, la desesperación me carcome las ideas.
Siento náuseas.

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Soledad

Soy habitante de la nada, del vacío. Soy soledad y miedo. Mi alma es presa de la tormenta de inseguridades en las que se engendró mi corazón.

Nací en el miedo, crecí en la ansiedad. Habito en una nación de terror y angustia.

Aún no te he dicho lo obsesionada que estoy con los romances con finales tristes, con los dramas y los corazones rotos. Aún no te he dicho como mi mente se excita con las historias turbulentas, y el horror.
Perdóname si un día me rompo, perdóname si un día te destruyo.
No me encuentro a mi misma.
Solo soy la angustia por destruir todo.

Soy un ente inexistente al otro lado de una conversación en Internet. Y no tengo nada que ofrecer más que soledad a quien me toque.

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Go Down

Psicológico. Estridente. Alucinante. Demencial.

Hay colores estridentes envueltos en una cromática color rojo magenta. El ambiente es dulce como un caramelo, suave lleno de humo y luces por doquier.

Veo zapatos, de los que me gustan, de los que quiero comprar y usar.

Y ahí está a la última persona a la que quería ver, y solo anhelo presenciar su sufrimiento.

Ella lleva los zapatos que quiero y me pregunto un sin número de veces por qué ella. En el infinito mundo lleno de personas justo ella está ahí, teniendo lo que quiero, poseyendo lo que anhelo.

Estoy estresada, cabreada, irritada.

Quiero hablar y no hablar de las injusticias, quiero gritar al mundo la rabia.

¿Hay crueldad e inmadurez al desear el mal del otro? ¿Llegará el día en el que ya no quiera más? ¿Podrá haber el día en el que me sienta como una buena persona de nuevo?

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Las piedras del Apocalipsis

La angustia de ver el final.

No sabría cómo describir en qué momento había estallado aquella devastadora batalla. Y tampoco encuentro las palabras para contar cómo terminé con las manos llenas de cemento y roca pulverizada.
Pero empezó más o menos así: Junto al mar, al otro de donde el agua salada tiñe la orilla habían perecido las personas con las que crecí, aquellos a quienes amaba.

El cielo se oscureció de imprevisto, las 20 y tantas personas que formaban parte mi equipo en batalla sabían, al fin después de vivir angustia silenciosa, lo que ocurría: nos estaban matando uno a uno.

Caigo con fuerza sobre mis rodillas y suelto el grito más atroz, angustiante y desesperado que jamás había escuchado alguno de los presentes. Lloro con desparpajo envuelta en una tormenta de emociones. Lloro por mi hermano, por mis primas y por cada uno de mis amigos que aquella gente mató sin remordimiento, dolor ni piedad. Lloro por la impotencia que me embarga. Grito por la rabia que aparece antes de cobrar venganza.

Caen piedras en todos los sentidos. A mi alrededor las persona que había aprendido a querer sangraban, gritaban, morían.

Y yo, lanzaba rocas contra el enemigo con todas las fuerzas de mi cuerpo. Pero era inútil, mi fuerza no era suficiente, las rocas que lanzaban no causaban daño a esos abominables seres que atentaban contra mi gente. Y caían uno tras otro, como caen las hojas de un árbol marchito que se extingue..

Solo caen.

Mis seres amados caen. Mis fuerzas caen. Mi cordura cae.

Pierdo la consciencia.

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Ansiedad I

Ideas, ideas, ideas.

Dejo que el nerviosismo me posea, que el miedo me detenga. Dejo que el tiempo se me escape de las manos.

Muevo las piernas con frenesí, miro de un lado a otro. Me desconcentro.

Otra vez, de nuevo. Una vez más, una y otra vez. ¿quién soy? ¿quién estoy pretendiendo ser? Otra vez, de nuevo las ideas me detienen, el miedo me hace suya.

Ideas, dan vueltas en mi cabeza las ideas. Me estoy limitando yo sola. El miedo.

-¡DEJA DE HACER DRAMA!- Está esa voz retumbando en mi cabeza, están esos ojos furiosos mirándome. -Deja el drama- surruro y parece que el corazón se me fuera a salir por la boca. -Drama- Repito -Drama- vuelvo a repetir.

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Campo de batalla

Estaba camino a una reunión de trabajo con unos 6 o 9 compañeros, entre ellos el amante de turno. Iba vestida con una blusa negra de tela gruesa y una falda asimétrica, con tablones color crema de seda transparente que dejaba ver lo que llevaba debajo. Sobre esto, en un intento de evitar que se viera la ropa interior, llevaba un kimono largo de seda color negro con flores rojas.

Íbamos apurados, saliendo a tropezones, bajando escaleras rápidamente. Nos metidos en un auto a con premura y empezamos a andar lo más ágil que nos era posible. Mi amante y yo nos mirábamos con el mismo secretismo con el que estábamos muy mal acostumbrados a vernos.

Rodamos por la ciudad durante algunos minutos embriagados por una atmosfera de ansiedad y preocupación. Íbamos tarde, jodidamente tarde, a una reunión de trabajo extremadamente importante y sabíamos que de ella dependía, en más de un aspecto, nuestro futuro.

Después de una gran cantidad de tiempo llegamos al lugar de la reunión. Era tarde, los clientes había esperado unos 45 minutos. Empezamos a subir escaleras, caminando apurados con papeles y carpetas en las manos. Le llamé la atención a mi amante, para pedirle, en voz muy baja, que me dijera si la falda era demasiado reveladora. Avancé unos pasos mientras él me analizaba la caminada.

Llegamos a la puerta de la sala de conferencias solo para darnos cuenta que la reunión se había llevado acabo de sin nosotros y había culminado hace unos minutos. Mis compañeros empezaron a estresarse, a llorar, dejar caer los papeles y gritar. Estaban muy angustiados porque habíamos quedado mal con el cliente y era muy posible que lo perdiéramos.

De la sala de conferencias sale una mujer morena fumando un cigarrillo con tranquilidad. La reconozco al instante, es aquella mujer con la que mi amante me había estado engañando durante, solo Dios sabe cuanto tiempo. Se me revuelven las entrañas, me tiemblan las manos. Me volteo colapsada por la sensación de nauseas. Empiezo a caminar intentando alejarme de esa situación, pretendiendo alejarme de todo eso. Bajo escaleras, el viento me azota con fuerza el cabello, el cielo se torna naranja, como su fuera el atardecer.

A lo lejos se enciende el bombardeo, los edificios caen en pedazos, el asfalto se abre dejando ver la tierra. Se levantan capa tras capa de polvo. En cada esquina hay personas con ametralladoras, circulan por las calles jeeps con soldados armados hasta los dientes que disparan a diestra y siniestra. Lanzan bombas hacia la tierra cada 5 minutos haciendo que todo tiemble y obligan a que los edificios destruidos terminen de colapsar.

Veo personas sucias, heridas y llenas de sangre corriendo de un lado otro intentado cubrirse de los ataques o escapar. Corro hacia una trinchera que está cubierta por un trozo de alambrada con enredaderas, me apoyo sobre los sacos. Estoy con otras 4 personas más. Un hombre, vestido de soldado está a mi lado, tiene la mirada, dura, fijada hacia el frente; levanta su ametralladora, la acomoda sobre los sacos y apunta con precisión a los soldados que, trepados en un jeep, están atacando a los civiles.

— ¡DETENTE! — le espeto con nerviosismo — el fuego no va a dejarte pasar.
— Sólo observa —me dice con tranquilidad, entonces acomoda su arma y dispara. La bala atraviesa con presión la alambrada y, al pasar por el fuego, estalla en llamas. La bola de fuego golpea contra el jeep en el que se encuentran los soldados haciendo que este explote provocando otra inmensa bola de fuego.

La atmosfera se vuelve tensa, se me tapan los oídos por la explosión. Me levanto como mejor puedo rodeada por la conmoción de la explosión y empiezo a correr hacia el edificio del que había escapada previamente. Me mantengo oculta tras los pilares gruesos que están en la base. Los hombres y las mujeres armados no pueden verme mientras corren de un lado a otro disparando o gritando.

Me deslizo entre cada pilar, intentado mantenerme oculta, entonces veo a la mujer que medio la visa en la mitad de la línea de fuego. Sobre el cielo, a su alrededor revolotean los helicópteros enemigos, se disponen a lanzar otra tanda de bombas al suelo. El corazón empieza a latirme con fuerza, las manos me tiemblan —¡¡CORRE!! — Le grito con angustia — ¡¡corre!! — Le digo casi en una súplica mientras mis ojos se atiborran de lágrimas. Ella me escucha, e intenta acercarse a mí, entonces empiezan a bombardearnos de nuevo, el suelo tiembla con una fuerza desmesurada, el fuego se levanta en grandes olas, nuevamente mis oídos se quedan sordos, todo se pone borroso.

Pierdo la consciencia.

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Tanto, todo

Tanto. Todo.
Estoy colisionando. Estoy cayendo tristemente sobre mis rodillas.
Desganada, decepcionada, desvalorizada.

Tanta ira, todo es tristeza.

Tengo un millón de palabras atoradas en mi garganta golpeando con ira para salir. Hay un millón de ideas que se azotan contra misma manos esperando que la tinta las dibuje sobre todo el maldito papel.
Estoy harta, cansada, furiosa. Desvalorizada.

Tanta ira dentro de mi. Toda la maldita angustia destruyendome por dentro.

Estoy harta, furiosa gritando insultos por todos lados. Estoy careada, frustrada, mamada.

Tanta miseria aguantada, tanto maldito desprecio. Tanda basura. Doy vueltas sobre mi maldito eje buscando una estúpida solución que no existe. Estoy cansada, consumida. Estropeada.

He sujetado mis malditas ganas y las he asfixiado con desprecio. Son despojos de mi maldito esfuerzo infra valorado. Estúpidos sueños de una cría que aun cree en los cuentos.

Miseria. Asco. Llanto. Voy a consumir las pocas horas que me quedan deshaciendo mi ser en amargura.

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No existe la vergüenza

Lunes 9 de septiembre del 2013

Le pregunté si me quería.
Le pregunté qué sentía.
Le pregunté si pasaría toda la vida conmigo.

Prométeme romanticismo y paciencia, prométeme eternidad.

Le pregunté si realmente me quería y mi alma quedó desnuda a sus pies. Entre nosotros ya no cabía la vergüenza.

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