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Él II

Hoy le pido a él me deje morir,
Hoy le suplico me deje ir.

Él no me lo permite,
Él no me deja huir.

Él mueve mi vida a su antojo,
Él me seduce a su baile enfermo de crueldad.

Hoy lloro junto a sus pies,
Hoy el me ata para que no intenta volver a escapar.

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Sorda

Caminando en un infinito sendero,
Habitando en un infinito sueño;
Amada hermosa,
Amante bello.

Tendida entre cantos y cuentos,
Dormida entre música y sonetos.
Abrumada, perdida;
Coloreando una danza tétrica sin vida.

Egoísta que no se presta ni dona,
Corrupta que no teme ni llora.
Fanática extrema,
Burguesa eterna.

Señora de Bestias y Momias.

Amada de odio,
Amante sin dueño.
Vacía y vana;
Maldita pena tirada en el suelo.

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Denuncia I

Todos los pecados un día se los pagará,
La justicia Divina al final de cuentas llegará.
La corrupción su precio exigirá,
Tu querido indefenso caerás,
Yo suave niña de temor lloraré.
Todos moriremos,
Tú conmigo,
Yo contigo.

Las amenazas ahora de nada sirven,
Las fragancias falsas de perfumes continúan.

Indefenso te escondes,
Temerosa te lloro.

Dios, dame paz.
Suplico al viento.

Hoy alguien ha de morir,
Pienso sin contenerme,
Temerosa lloro mil veces más,
Indefenso quieres escapar.

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Arcano

Callo entre la bruma de las montañas,
Déjame amor mío libre, hoy, por fin.
Es difícil entregar el alma al perfecto sufrir.
¿Estás triste? – preguntas osadamente
Y entre tus ojos y los míos corren mil leguas de mar frío,
Códigos extraños de voz de ultratumba;
Verdades sombrías y ocultas.
¡Estás triste! – afirmas maldito demonio con voz pesada y dulce,
Y mis entrañas se parten en un sueño que no quiere despertar.
Lejanas, ellas, fantásticas como gotas de cera caen hirviendo,
Y los suspiros no son nada ni un sueño.
Déjame gritar lo que es verdadero y cierto,
Déjame callar lo oscuro, que mi alma hoy no quiere desnudarse para ti.
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Cuando el Soldado Vuelva a Casa

De tus manos parte el fuego que tanto tiempo llevó dentro de ti existiendo.

Hoy tu corazón llora la partida del soldado retirado.
Él se marcha para jamás volver.

Tú, señorita, lo ves alejarse del campo desde tu puerta,
El se marcha sin mirar atrás.
Te arrepientes hoy de lo que jamás dijiste y debiste,
Te arrepientes hoy de todo, quizá.

Tus ojos pierden color tras cada paso del bello soldado,
Tu cabello se enreda con el viento que se lleva su olor.

El tabaco y la pólvora te incitan a gritar,
El recuerdo de sus besos a tu piel quemar.

Te ves a ti misma en el amplio campo de maíz.
Las cuatro paredes te susurran lo que ya sabes.
Sus cartas quedaran perfumadas con ternura de antaño,
Sus flores se deshojaran con cada una de tus miradas.
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El beso del corcel

Sin medios suspiros pasmados en el tiempo, sin lamentaciones o torturas humanas. Contemplas tus manos durante horas, preciosas, suaves, siempre cubiertas de la angustia común para los súbditos, del estúpido dolor en el que viven los campesinos curiosos.

En tus ojos negros, profundos, bailan la el alba y el ocaso; juguetean luces y sombras.

Bello celador insensible en reino de bellos. Animal normal, bestia humana de extrañas proporciones.

En tus gastadas manos habitan la luz y la oscuridad, la tierra sin dominio ni señor, el infierno bien servido bajo tu piadoso terror.

Cual hermoso poder que asecha al trofeo anhelado, al laurel jamás mancillado codiciado por el cazador.

Creador maldito de vida despreciable que no se quiere, autor de sueños reales, de infinitudes mínimas. Conocedor de todo.

Pintas hoy, en mí, paredes de rojo intenso; penetrantes, por sí solas devastadoras inquebrantables.

Amargo humano devorador de humanidad, maldito animal sanguinario y cautivador. Tus ojos negros perfectos, crudos, enloquecen cada centímetro de mí, tu voz sencilla acurruca mi alma y así me haces fácilmente servil.
Solos en la lejanía de un mundo perfecto que creaste para mí, en la fantasía instantánea para en eternidad dormir.

Perversa criatura, verdugo, alimaña que no dejo de amar. Quimera hermosa, pintado de rey de sueños y deseos.
Bestia mil veces mal invocada. Confiado, sin temor a mí que soy frágil, te acercas más. Miras mis ojos enfermos por ti, teñidos de cristalina humanidad. Tomas mi mano de seda para plasmar la marca letal, suave y fría del beso más cruel que jamás haya existido.

Dueño del miedo más ingenuo, del estúpido amor paradisíaco. Ser de lágrimas irreales y alma teñida de inmundo y oscuro hollín.
Con mi alma en tus labios te deleitas de la tierna caída de mis sentidos enamorados. Por tus labios, más peligrosos que un puñal la luz plácida de mis ojos se va.
Un suspiro ahogado se esconde en la última de mis lágrimas, se vuelve tumba de mi corazón inerte. Corazón escondido en los labios del asesino amante.

Las paredes teñidas de rojo fresco me despiden del mundo y el fulgor de las estrellas que lo escoltan me conduce al precioso lugar.

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