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Delirio IV

(El Fín…)

Hoy por fin el santo cordero envenenado murió.

Adiós amada,
Adiós amor.

La muerte para mí nunca bastara,
Y añorándote en aquella vida andaré sin pensar.

Hoy por fin todo el dolor de verte agonizar acabo,
Y junto a la dicha de no verte llorar esta la margura de no tenerte aquí jamás.

Adiós amada,
Adiós amor.

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Delirio II

Cosas que no se van,
Cosas que no se mueren…

Tú, amante insaciable me gritas con tu hermosa voz,
Yo, asesina indomable me encierro a llorar.

Cosas perdidas,
Cosas que no queremos aun alejar.

Mientras tanto seguimos disfrutando del dolor y la sangre,
De la venganza mil veces cruel.

Te amo maldita, y escondida de mi misma me hecho a llorar,
Me amas perdida, y en un hueco te dejas matar.

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Acuarela

Y que me queda en este lugar, nada, malditos huecos, maldita soledad. No estás ahora y nunca estarás, acompáñame te pido, llévame a pintar. No quieres ahora, ni nunca querrás. Muerte entonces púdrete y déjame en paz. Necesito tus manos, esas que no me quieres dar, y las palabras no sirven de nada, y gritar jamás servirá.

Estas tranquilo lejano a este maldito lugar, me das consuelo, consuelo que no quiero escuchar.

Aléjate maldito déjame llorar. Que te odio por necesitarte, que te necesito para respirar.

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Oraciones

(Domingo 14 de Diciembre 2008)
¡No!
Él no tuvo la necesidad de decir nada.
Nunca abrió su boca
Y por el silencio hoy lo condeno.
¡Si! las palabras nunca las pronuncio,
Más se las sentía ahí.
No fue necesario llamar a cada una con su nombre
Y sin duda alguna todos sabíamos su denominación.
Quizá lo vimos pero no lo quisimos decir,
Quizá lo sentimos, más, preferimos a toda costa mentir.
Las mentiras que me dije,
Esas no se comparan a las que tú me dijiste,
No se comparan a las que el mundo no quiso decir,
Con las que hoy, aún, te escucho vivir.
Hoy callas tú,
Y el mundo.
Y yo,
Dentro de mi misma,
Me grito mil veces tan fuerte la verdad.
Tan fuerte.
Quiero despertar,
Quiero no escuchar.
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El beso del corcel

Sin medios suspiros pasmados en el tiempo, sin lamentaciones o torturas humanas. Contemplas tus manos durante horas, preciosas, suaves, siempre cubiertas de la angustia común para los súbditos, del estúpido dolor en el que viven los campesinos curiosos.

En tus ojos negros, profundos, bailan la el alba y el ocaso; juguetean luces y sombras.

Bello celador insensible en reino de bellos. Animal normal, bestia humana de extrañas proporciones.

En tus gastadas manos habitan la luz y la oscuridad, la tierra sin dominio ni señor, el infierno bien servido bajo tu piadoso terror.

Cual hermoso poder que asecha al trofeo anhelado, al laurel jamás mancillado codiciado por el cazador.

Creador maldito de vida despreciable que no se quiere, autor de sueños reales, de infinitudes mínimas. Conocedor de todo.

Pintas hoy, en mí, paredes de rojo intenso; penetrantes, por sí solas devastadoras inquebrantables.

Amargo humano devorador de humanidad, maldito animal sanguinario y cautivador. Tus ojos negros perfectos, crudos, enloquecen cada centímetro de mí, tu voz sencilla acurruca mi alma y así me haces fácilmente servil.
Solos en la lejanía de un mundo perfecto que creaste para mí, en la fantasía instantánea para en eternidad dormir.

Perversa criatura, verdugo, alimaña que no dejo de amar. Quimera hermosa, pintado de rey de sueños y deseos.
Bestia mil veces mal invocada. Confiado, sin temor a mí que soy frágil, te acercas más. Miras mis ojos enfermos por ti, teñidos de cristalina humanidad. Tomas mi mano de seda para plasmar la marca letal, suave y fría del beso más cruel que jamás haya existido.

Dueño del miedo más ingenuo, del estúpido amor paradisíaco. Ser de lágrimas irreales y alma teñida de inmundo y oscuro hollín.
Con mi alma en tus labios te deleitas de la tierna caída de mis sentidos enamorados. Por tus labios, más peligrosos que un puñal la luz plácida de mis ojos se va.
Un suspiro ahogado se esconde en la última de mis lágrimas, se vuelve tumba de mi corazón inerte. Corazón escondido en los labios del asesino amante.

Las paredes teñidas de rojo fresco me despiden del mundo y el fulgor de las estrellas que lo escoltan me conduce al precioso lugar.

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Rojo Magenta

Los sonidos suaves nos envuelven,
Mi piel como magnética de la tuya, te busca.
Tu piel atraída por la mía le corresponde.
Juntos en un segundo que parece eterno.

Suspiro.

Los olores son mágicos,
Las sensaciones enloquecen nuestros sentidos.

No hay cura para esto;
No hay enfermedad más placentera.

Con miedo,
Con duda.

Tu cuerpo tiembla,
Mis ojos se alejan de ti.

La lluvia cae,
El canto mágico de las aves empieza.
Por ti,
Por mí.

El canto suave nace de ti,
De mi voz,
De ambos.
¡Vivaz!

Entonces siento pánico,
Yo, precursora de lo indecible.

En un instante que parecía eterno,
En una eternidad que no dura mucho.

Suspiro.

Un beso loco,
Descarriado.

Mis lágrimas caen sobre tu rostro,
Tan cerca, ambos, de la vida,
Tan cerca, ambos, de morir.
Del fin que el mundo nos hubiera mostrado.

Silencio.

Tú tan cálido mirando el mundo,
Yo tan roja mirando la flor.

Juntos por un instante,
Juntos durante una vida.

Sin que alguien nos separe,
Sin que algo me detenga.
Tú me detienes,
El tiempo se duerme un instante.

Adiós.

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